Tras abandonar el
Estado Libre y Soberano de Chiapas y su inolvidable
San Cristobal de las Casas, pusimos rumbo a la
Riviera Maya en busca de las paradisíacas playas que tantas veces habíamos visto por televisión.
Pero antes de dar con nuestros huesos en lugares como
Cancún o
Playa del Carmen, decidimos ir a conocer una a una pequeña población llamada
Valladolid, en pleno corazón del
Estado de Yucatán, situada a escasos 50 kilómetros del sitio arqueológico de
Chichen Itzá, que en realidad era el auténtico destino que teníamos en mente cuando decidimos subirnos a aquel autobús que durante interminables horas nos ayudó a recorrer los casi 1000 kilómetros que separaban San Cristobal de Valladolid.
Valladolid, conocida también como "la capital del oriente Maya", es una pequeña ciudad de unos 50.000 habitantes situada, como ya comentábamos, muy cerca de las ruinas mayas de Chichen Itzá, uno de los lugares más visitados de México y de toda
Latinoamérica.
La ciudad, que alardea con orgullo de ser "el primer lugar donde se prendió la chispa de la revolución mexicana", es un lugar tranquilo cuyo mayor atractivo arquitectónico es sin duda la
Catedral de San Gervasio, situada en uno de los extremos de la hermosa plaza principal de la ciudad:
Y lo cierto es que con inmensa pena tenemos que decir que, para nosotros, poco más, ya que en nuestra ansia por ir a visitar Chichen Itzá y encaminarnos luego hacia el Caribe no le dedicamos el tiempo suficiente a esta ciudad por lo que nos perdimos lugares tan interesantes como el ex-convento de san Bernardino de Siena, la iglesia de Santa Ana o (y sobre todo) el sitio arqueológico de
Ek Balan situado a poco más de 30 kilómetros de la localidad
Del escaso "botín" pictórico con el que nos conseguimos hacer en Valladolid os dejamos algunas fotos que a nosotros personalmente nos parecen bastante curiosas:
Sin embargo, a lo que si que no renunciamos fue a visitar los impresionantes
cenotes (palabra derivada de otra maya que literalmente significa "caverna con agua") que Valladolid y su entorno más cercano nos ofrecía:
El
Zaci, del que los pucelanos de América dicen que si vas a la ciudad y no lo conoces es como ir a París e ignorar la torre Effiel, dentro del propio casco urbano de la ciudad:
El
Xkeken, a escasos siete kilómetros de la ciudad y en el que uno incluso podía darse un chapuzón:
Y, finalmente, el que a nosotros nos resultó más impresionante, el
Sámbula, situado justo enfrente del anterior y en el que las raíces de los árboles cayendo desde decenas de metros de altura para buscar el agua de su interior ofrecía un espectáculo tan bello como sobrecogedor...
Todavía alucinando por el magnífico espectáculo de los cenotes, nos fuimos a descansar porque al día siguiente tocaba madrugón para ir a visitar
la auténtica joya de la corona de Yucatán, pero eso ya lo contaremos en una próxima entrega...