Como ya os dijimos en el post anterior, para llegar a La Fortuna, primero teníamos que atravesar el Lago Arenal. La otra opción era rodearlo y tardar un montón de horas más, así que después de la visita a la reserva de Monteverde, casi sin tiempo para descansar nos pusimos en la ruta en un 4x4 que nos llevó hasta la mísmisima orilla del lago.
Allí al fondo, con su cono tápado por las nubes podeís ver el volcán Arenal, el verdadero objeto de nuestra visita a La Fortuna, ya que es un volcán actualmente activo del que es relativamente fácil verlo en erupción.
Ni cortos ni perezosos nos metimos en una lancha que surcó a toda velocidad las aguas del lago y en un periquete ya estabamos en la otra orilla:
Por cierto que las vistas del lago desde el otro lado seguían siendo igual de espectaculares incluso sin volcán alguno que llevarse a la boca:
Una vez en tierra firme tomamos un nuevo transporte que nos llevó hasta La Fortuna, una ciudad muy agradable y limpia pero que no tenía absolutamente nada para visitar. Eso si, estuvieses desde donde estuvieses veías el volcán Arenal encima tuyo así que uno no se arrepiente de la visita:
Además la iglesia del pueblo iluminada de noche era bastante bonita (en realidad era una caca pero como nos gustó mucho la foto que le hicimos pues aquí os la ponemos para que la disfruteis):
Y como os podeis imaginar, en cuanto pudimos contratar una excursión para intentar ir a ver el volcán en erupción lo hicimos, así que a la tarde posterior a nuestra llegada, ya estabamos en las faldas del volcán a ver que podían disfrutar nuestros curiosos ojos:
Como podeis observar, cuando llegamos las condiciones de visibilidad eran bastante malas, sin embargo nos armamos de paciencia y al rato empezamos a ver como la lava se despeñaba ladera abajo por las paredes del Arenal:
Sin embargo anocheció enseguida, y la noche era negra como un tizón, sin siquiera un poco de luna que nos aclarara un poco el panorama, así que todo lo que alcanzaban a ver nuestros ojos eran los destellos naranjas de la lava cayendo. Eso si, con la cámara pudimos hacer un par de fotos en las que se distingue el contorno del volcán contra el negro cielo y la lava saliedo expulsada de su cono:
Incluida en la excursión, además de la visita al volcán, estaba la entrada a unas aguas termales cercanas (conocidas como Baldí) así que para allá fuimo una vez que nos aburrimos de dejarnos los ojos intentando ver algo de lava.
En principio no es que nos hiciera mucha ilusión lo de las aguas termales, pero una vez allí hay que reconocer que el lugar era muy hermoso y que mereció la pena visitarlo:
Y con esto de las aguas termales, nuestra estancia en la bella Costa Rica estaba casí a punto de finalizar. Al día siguiente nos esperaba un nuevo madrugón, una nueva frontera, una nueva paliza de autobús y mochila y un montón de experiencias por vivir y lugares por conocer así que como cada noche nos fuimos a dormir felices por lo que habíamos vivido y ansiosos por que llegara el nuevo día para ver donde nos conducían nuestros pasos:
Para no variar toco madrugón de escándalo así que todavía somnolientos nos fuimos a la estación de autobuses de Quepos donde compramos el billete que nos iba a llevar hasta un punto intermedio entre dicha localidad y Santa Elena, el lugar en el que planeabamos dormir esa noche. Ese punto intermedio no era otro que un puente en medio de la nada costaricense que atravesaba el río Quepos y del que varios amigos viajeros nos habían hablado como un lugar al que realmente merecía la pena ir.
Siguiendo nuestra petición, tras unas 3 horas de viaje por ese jardín que es Costa Rica, el conductor del autobús paró en un lugar cualquiera y nos indico que a 100 metros de donde estabamos era donde se encontraba el dichoso puente.
Con mochilas y todo a cuesta nos fuimos al encuentro del mismo y lo cierto es que no nos arrepentimos sino todo lo contrario de habernos detenido en el lugar pues el espectáculo que presenciamos fue magnífico:
Efectivamente, eso que veis allí abajo es un gigantésco cocodrilo que tenía su habitat natural al abrigo de los pilares del tan nombrado a estas alturas puente. Lo siento por los que esperaban que les mostraramos una inmensa obra de ingeniería pero lo que aquí vinimos a ver fueron esos magníficos animales. Y no creais que sólo había uno no, había decenas de ellos:
Además el entorno natural en el que se encontraban era espectacular así que perdimos un montón de tiempo encima del puente maravillados ante la belleza de lo que veíamos:
Cuando nos cansamos de ver tanto pariente de dinosaurio suelto, que de todo se aburre uno, salimos por el extremo opuesto al que habíamos entrado del puente, donde para nuestra sorpresa nos encontramos con que había un montón de puestos donde vendían curiosas artesanías todas con cocodrilos como motivo principal y un restaurante donde aprovechamos a descansar y comernos una piña que habíamos comprado un par de días antes en Quepos y que hasta ahora no habíamos encontrado momento propicio para devorar:
El camarero del bar nos dijo que en más o menos una hora tenía que pasar el autobús que iba hacía una localidad de la que ahora mismo no recordamos el nombre desde donde podíamos ir a Santa Elena, así que sin tenerlas todas con nosotros de que realmente por aquel recondito lugar fuera a transitar transporte alguno cuando quedaban 10 minutos para la hora señalada nos fuimos a esperar a que apareciera el bus:
Que por cierto llegó puntual como un reloj, así que en un santiamen dejamos nuestras mochilas en la panza del mismo y antes de que nos dieramos cuenta ya estabamos en la ciudad en la que casi sin tiempo ni para ir al baño cambiamos de transporte y nos fuimos camino de Santa Elena.
El trazado hasta Santa Elena era un espectáculo en si mismo. Todo el tiempo subiendo por serpenteantes carreteras de tierra rodeados de una exhuberante vegetación para finalmente llegar al pueblo que nos recibió con una espesísima niebla que hacía casi imposible ver nada.
Como estabamos tan cansados, esa tarde lo único que hicimos fue buscar alojamiento y contratar la actividad que ibamos a realizar al día siguiente. Tras esto nos compramos unas pizzas que fuimos a comernos a la habitación del hostal donde parabamos para relajarnos un poco viendo la tele.
Por supuesto que a la mañana siguiente volvió a tocar despertarse tempranísimo. El transporte que había de llevarnos al lugar de la actividad pasaba a por nosotros a las 7 de la mañana así que un buen rato antes ya sonó el maldito despertador que inclemente nos obligó a salir de la cama.
¿Qué cual era la famosa actividad?. Pues no era otra cosa que lo que por aquellos lares se concoce como Canopy, que es como una especie de tirolina gigante pero que en vez de tirarte sólo una vez te tiras 14 mientras ante tus ojos pasan a toda velocidad paisajes increibles.
El llevar a cabo esta actividad era lo que en realidad nos había llevado hasta Santa Elena ya que Vivu tenía muchísimas ganas de hacerlo y este era el lugar donde gente que lo había provado ya más nos habían recomendado:
Ahí arriba nos podeís ver preparandonos a conciencia para la experiencia y aquí abajo subiendo por los caminos que nos llevaban hasta el primero de los 14 (si no recuerdo mal) saltos que ibamos a realizar:
Y por supuesto llegó el momento de saltar. Sujetos por un arnés a un grueso cable de acero, juntamos la valentía necesaria y nos lanzamos al vacío sin tiempo para encomendarnos a Dios ni al diablo ya que en estos casos es mejor no pensar lo que uno hace no vaya a ser que halla un destello de cordura y te des la vuelta:
De hecho, el primer salto que es el que te sube más la adrenalina por la novedad y todo eso es en realidad el menos "peligroso", ya que junto a los dos siguientes son una especie de "saltos de prueba" donde la inclinación del cable es muy reducida (algún compañero de la excursión incluso no llegó al final del recorrido y tuvo que ayudarse de las manos para llegar) y la velocidad a la que se desciende muy lenta en comparación con lo que viene después.
A partir del cuarto salto es donde la cosa se pone bien de verdad y realmente en algunas ocasiones sientes como si volaras por encima de las copas de los árboles ya que en pocos segundos llegas a recorrer distancias bastante respetables de:
Aunque para que os deis cuenta un poco mejor de lo que se siente haciendo esto del Canopy, lo mejor creemos es que os pongamos unos videos del tema.
En este primero, aunque ya os aviso que es un poco mareante, lo que hice fue colgarme la cámara de uno de los arnéses y dejar que ella grabara libremente mientras descendía a toda velocidad por uno de los saltos más espectaculares del día:
En el siguiente la protagonista es Vivu a la que se ve como se abre paso entre la niebla volando como un rayo por encima del hermoso bosque donde nos encontrabamos:
Y para terminar, el video que rodé en el último de mis saltos. En él mismo le pedí a uno de los monitores que saltara junto a mi para así yo poder las manos libres y poder grabar mejor todo lo que acontecía:
En resumen, una experiencia increible, donde además los tipos que se encargaban de organizarla mostraron un profesionalismo altísimo y en la que en ningún momento notamos sensación de peligro sino todo lo contrario.
Como empezamos lo del Canopy muy temprano, también lo terminamos muy temprano por lo que decidimos que ese mismo día ibamos a ir a visitar el gran atractivo de la zona: la reserva natural Monteverde, uno de los escasos bosques nubosos que hay en el mundo y donde al parecer la fauna y la folra merecían con creces los colones (moneda de Costa Rica) que se pagaba por la visita.
Pero para ir a Monteverde primero teníamos que volver a Santa Elena desde se tomaba el autobús a la reserva. En Santa Elena descubrimos lo que por otra parte ya sospechábamos, que Costa Rica está llena de buenas personas y si no fijaros en la siguiente imagen:
Con semejante apellido, el tipo de la carnicería tiene que ser uno de los más notables vecinos del lugar =P
Ya en Monteverde, contratamos a un guía para que nos mostrara el parque pero la visita comenzaba a las dos horas de nuestra llegada, así que nos adentramos en el mismo por nuestra cuenta y riesgo (riesgo de perdernos y no llegar a la hora señalada claro).
Como bien podeís ver más arriba, Monteverde es un bosque nubososo, y que es lo que uno se puede encontrar en un bosque nuboso. Tampoco creo que haya que ser el más listo de la clase para darse cuenta de que la respuesta es NUBES:
Aunque en las fotos no se aprecia todo lo bien que debería, es una experiencia magnífica el estar en medio de un bosque como este. La atmosfera que te rodea es muy singular y te sientes como en una película de terror.
Afortunadamente no nos ataco el de la matanza de Texas ni nada por el estilo. Además el que sea un bosque nuboso, no quiere decir que la niebla este siempre presente. La misma viene y va y en una de esas ocasiones en que no estaba con nosotros aprovechamos para hacer una foto a este bello rinconcito del bosque:
Incluso con nuestros inexpertos ojos encontramos un par de cosas dignas de ser fotografiadas como el milpies o la florcita de más abajo:
Y ya acompañados de nuestro guía nos volvimos a adentrar en el corazón del bosque, aunque la niebla cada vez más espesa hacía casi imposible disfrutar de los pajaros que el guía nos iba enseñando a través de su telescopio:
Hablando de pájaros, el guía nos comentó algo de lo que no teníamos ni idea. Al parecer Monteverde era el mejor lugar del mundo para divisar los famosos Quetzales: el ave sagrado de los mayas que tiempo atras se encontraban en infinidad de sitios desde Méjico hasta Panamá pero que en la actualidad se encontraban en serio peligro de extinción.
Según nos contó, muchísimas personas iban hasta Monteverde desde todos los lugares del mundo simplemente con el objetivo de divisar a este animal y según la época del año podía ocurrir que tras una semana de busqueda se volvieran a su casa sin la suerte de avistarlo.
Casualmente según nos dijo habíamos caido en el parque en la mejor época del año ya que los quetzales estaban en plena etapa de reproducción así que las oportunidades de verlos eran bastante altas.
Y por una vez la suerte nos sonrió, pues fue termiar de decir estas palabras y de repente detenerse y orientar su telescopio hacia un lugar donde nosotros no distinguiamos absolutamente nada.
Allí estaba el quetzal majestuoso. La niebla no nos dejaba disfrutar de sus colores en todo su esplendor pero la satisfación de que habíamos visto un animal que la mayoría de las personas sólo ven en los documentales de la tele ya no nos la quitaba nadie.
Como si estuviera esperandonos, tras sacarle la foto de más arriba a través del telescopio del guía se marcho volando (suponemos que a su nido o en busca de una quetzala que nunca se sabe ...) y nos dejó alli hablando sobre la suerte que habíamos tenido por divisarlo.
Lamentablemente la niebla se tornó tan espesa que ya casi ni veíamos nada a un palmo de nuestras narices. Llegados a este punto el guía nos dijo que era una tontería continuar y que era mejor que volvieramos al día siguiente. Consultó con su jefe y nos dijo que no haría falta que pagaramos de nuevo la excursión (15 dolares por barba) . Le dijimos que muchas gracias pero que al día siguiente queríamos salir temprano para La Fortuna y que el único autobús que había hacía allí salía a las 7 de la mañana así que no iba a poder ser.
Nos dijo que no nos preocuparamos que el conocía a una persona en una agencia de transporte privado y que por sólo 12 dolares nos podía llevar en 4x4 hasta las orillas del lago arenal, atravesar dicho lago en lancha y luego de nuevo en 4x4 dejarnos en La Fortuna. Todo ello en un recorrido de 3 horas. No lo dudamos ni un segundo ya que el viaje en bus, si bien mucho más barato se demoraba unas 8 horas ya que iba parando por mil sitios.
El resto de la tarde la pasamos descansando sin hacer nada especial por Santa Elena y a las 5 y media de la mañana del día siguiente ya estabamos en pie pues teníamos que tomar el autobús de las 6:00 para poder estar a tiempo para la primera visita guiada que en teoría empezaba a las 7:00 justo cuando se abría el parque.
A las 6:20 ya llegamos nosotros al parque, así que mientras esperabamos a que se abriera, Vivu aprovechó para echar una cabezadita:
La mañana estaba bastante clara lo que nos hacía tener esperanzas de tener una buena visibilidad dentro del parque. Entre unas cosas y otras, al final no comenzamos la visita hasta las 8 y como si el destino se quisiera burlar de nosotros fue poner un pie en el mismo y empezar a caer la niebla.
Aunque eso si, el guía se conocía un nido de tarantula que estaba justo a la entrada del parque cuya moradora (del tamaño de un puño) no pudo evitar que le sacaramos una foto aunque se escondía en lo más profundo de su madriguera:
Cada vez más espesa la niebla, así que de ver bichos nada de nada. Tras un buen rato caminando nos paramos a descansar y cuando ya estabamos a punto de volver sin haber tenido suerto alguna, la niebla empezó a despejarse y vimos corriendo a otro guía con su grupo detrás de algo.
Al galope nos lanzamos tras ellos y lo que perseguían resulto ser un magnífico ejemplar de quetzal, al que por supuesto le hicimos otra foto a través del teleobjetivo del guía:
La niebla se fue totalmente, símbolo inequívoco de que nuestra suerte había cambiado en el último momento, así que casi inmediatamente divisamos otra hermosa de estas aves:
La verdad es que fue una suerte contratar la excursión pues a simple vista el quetzal se vaía lejísimos, para que os hagais una idea, la sigueinte foto esta sacada sin el teleobjetivo, simplemente con el zoom por 4 de mi cámara:
Conténtisimos por la experiencia abandonamos el parque y pusimos rumbo a Santa Elena donde teníamos que ir a por nuestras mochilas y esperar a que pasaran a recogernos para ir a La Fortuna. Antes nos pasamos por un lugar donde se criaban colibrís anexo al parque donde sacamos unas fotos hermosísimas de estos pajaritos:
Y ya en Santa Elena, mientras hacíamos tiempo esperando a que vinieran a por nosotros nos fuimos a comer a un lugar donde tuvimos la constatación de que los aficcionados al mejor equipo del cono sur (por lo menos) llegan a todas partes: