Hicimos noche en San Juan. Una localidad muy pequeña donde se respiraba una tranquilidad muy agradable y donde empezamos a percibir la amabilidad y calidez que ya nunca dejamos de sentir hacia nuestras personas por parte de cuanto Nicaraguense nos fuimos encontrando a nuestro paso. Del pueblo nada en absoluto que reseñar. Una iglesia, una pequeña plaza y un parquecito que fue lo que más nos gustó pues en la clara noche que disfrutamos después de todo un día de lluvía lucia la mar de coqueto:
Tras un sueño reparador (aunque como siempre escaso) ya estabamos en el muelle dispuestos a surcar las aguas del lago Nicaragua con destino a la isla de Ometepe.
Además como es lógico al tratarse de una isla, las aguas del lago Nicaragua rodean toda la isla, así que lo primero que hicimos fue irnos a disfrutar de las mismas a una playita natural cercana a Altagracia, donde nos dimos un bañito con el volcán Maderas vigilando a nuestras espaldas todos nuestros movimientos:
No se a que hora exactamente nos levantamos al día siguiente, lo que si que recuerdo es que una hermosísima luna llena reinaba en el cielo sin que ni un tímido rayo de sol la molestase en su empeño por mostrarnos una increible vista de los dos volcanes de la isla iluminados únicamente por su luz plateada.
Cuando llegamos al lugar donde se iniciaba la ascensión al Maderas ya había amanecido y la verdad es que podíamos haber dormido un poco más pues nos enteramos allí mismo que debido a la muerte de dos turistas (uno yanqui y el otro australiano si no recuerdo mal) no hacía demasiado tiempo, la subida por libre estaba prohibida y era necesario contratar los servicios de un guía para realizarla; guía que por otra parte no lleagaría hasta una hora y pico más tarde.
Matamos el tiempo disfrutando del paisaje y haciendo fotos a todo lo que nos llamaba la atención:
La vegetación era espesísima así que fue una sorpresa enorme, cuando nos encontramos con un claro en el camino conocido como el mirador desde el que se tenía una vista del otro volcán de la isla que literalmente quitaba el aliento:
Aunque lo más curioso de la aventura estaba aún por llegar. Resulta que como el volcán ya no estaba activo, en su boca se había formado un hermoso lago natural a las orillas del cual disfrutamos de un merecido almuerzo consistente en sandwiches de atún regados con una deliciosa botellita de agua mieneral que pese a que pueda parecer bastante simple, a nosotros tras la paliza de la subida nos supo mejor que el caviar iraní (si es que eso sabe bien).
Justo antes de tomar el autobús ocurrió un triste suceso (aunque nosotros no nos dimos cuenta hasta el día siguiente cuando ya íbamos en el ferry camino de vuelta a San Juan. Resulta que un "pequeño" despiste hizo que Vivu se olvidara su cámara en algún punto entre la siguiente foto (tomada a 50 metros de donde cogíamos el autobús) ...
El resto de la tarde la pasamos recuperandonos de la paliza del día sin hacer nada especial aparte de maravillarnos con la sencillez y la belleza de las gentes y los paísajes de la isla:
lunes, 29 de enero de 2007
San Juan de Iruya
El camino a San Juan resulto ser una maravillosa experiencia en la que transitamos por increibles paisajes totalmente rodeados de montañas y disfrutando de la compañía del no excesivamente comunicativo Omar, nuestro guia, natural de la ciudad a la que nos dirigíamos:
Entre la poca información que le sacamos, estaba la de que en San Juan solo vivían 12 familias (todas ellas Kolla) para una población aproximada de 70 personas y que estaban totalmente incomunicados, sin electricidad, y obteniendo de fuera simplemente los productos que se podian llevar a lomo de burro desde Iruya.
Nos contó que cada familia se autobastecía con lo que les daba la tierra que plantaban y con el ganado que poseían.
Y así, caminando caminando, con Omar siempre al frente llegamos exhaustos a San Juan ...
... donde nuestro amable guia nos dirigió hacia la casa de la unica familia que ofrecía alojamiento a los turistas, la de la familia Zambrano - Ramos.
La experiencia en San Juan fue absolutamente impagable. La familia, compuesta por un matrimonio y sus 5 hijos (el mayor de unos 12 años) nos acogio de forma maravillosa. Comimos las deliciosas comidas que preparaba la señora sin dejar de sentirnos un poco incomodos pues nosotros lo haciamos en una mesa en nuestra habitacion mientras que ellos lo hacian en el suelo, vimos como los mas mayores ayudaban en tareas realmente duras: es increible ver como un crio que apenas te llega por la cintura despelleja un carnero recien carneado o como una pendeja de 7 años domina a pedradas perfectamente a 5 chivos y una oveja.
Tras pasar todo el mediodia y gran parte de la tarde paseando y admirando las montañas fuimos a hacer unas fotos del pueblo y os juro que por momentos nos sentimos como extraterestres, ya que literalmente eramos los dos unicos turistas que paseaban por sus calles y era graciosisimo ver como los niños nos seguian y cuando les mirabamos se escondian para que no les vieramos.
Eso si hubo una cria que nos abordo y nos pidio que le sacaramos una foto y luego despues nos pidio que le dejaramos la camara para que ella hiciera alguna. Os juro que era emocionante ver como la niña, que se llamaba Ayelene, miraba absolutamene incredula de que lo que ella veia en la pantallita de la camara de Vivu y lo que habia detras de la lente era lo mismo. No os exagero si digo que la cria saco 50 fotos en 15 minuntos. Todo le llamaba la atencion, desde un burro hasta su diminuto (aunque bravisimo) perro Pichi y todo lo inmortalizaba en una instantanea. La mentablemente la conexion es tan mala que no puedo subir mas fotos pero prometo que en el futuro pondremos alguna de las fotos que hizo la niña.
Tras todo esto nos dirigimos hacia la casa en la que parabamos acompañados de Ayelene que al parecer era familia directa de nuestros anfitriones. Nos extraño mucho saber que su madre no la dejaba ir a visitar a sus tios pq el dia antes nos habian estado contando que la comunidad Kolla era una piña y sin embargo en el lugar mas representativo de dicha comunidad ocurria esto. Y mas nos choco que al encontrarnos con su tio, que nos saludo a nosotros calidamente, no tuvo ni una mirada, ni una palabra para su sobrina.
Con un poco de sabor agridulce volvimos a la casa donde le preguntamos a Jacinta, nuestra anfitriona si siendo solo 12 familias tenian algun tipo de organizacion para coordinarse en lo que plantaba cada uno y su respuesta nos dejo helados cuando nos dijo que en el pueblo nadie se preocupaba por nadie, que no tenian ningun tipo de coordinacion y que si algun dia necesitaba ayuda para plantar unas simples patatas, tenia que pagarle a algun vecino pq de lo contrario nadie se la prestaba.
Todo esto nos choco con lo que nos habian contado en Iruya y nos dejo un poco tristes, aunque la tristeza se paso en cuanto aparecieron los niños de la familia y estuvimos juganodo con ellos a mil cosas hasta que se hizo tan de noche que no veiamos nada.
Cuando la cena estuvo lista, nos sorprendimos disfrutando de un maravilloso guiso de arroz y cordero a la luz de las velas (recordad que no habia electricidad en todo el pueblo), sintiendonos felices por estar en un lugar tan sencillo y especial.
A la mañana siguiente nos despertamos muy temprano con la intencion de ir a la vecina poblacion de San Isidro (sin sospechar la aventura que iba a suponer eso) y antes de partir nos hicimos una foto con Jacinta, la madre de esta increible familia, que tan bien nos habia acogido y los hijos que a esa hora estaban despiertos.
Estamos muy agradecidos a todos ellos por hacernos sentir tan maravillosamente bien en un lugar tan lejano, por su hospitalidad y por todas las cosas que nos contaron y de las cuales aprendimos tanto.