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martes, 4 de septiembre de 2007

Llegada a Nicaragua: Isla de Ometepe

La nueva frontera fue la de Nicaragua. Ya ni nos acordamos de como se llamaba el sitio exacto por el que la cruzamos, pero está totalmente niítido en nuestra memoria el recuerdo del caos que había en la misma y el agobio que sentimos con las (literalmente) decenas de personas que nos asaltaban bajo una intermitente lluvia para cambiarnos Córdobas (moneda oficial de Nicaragua) o para ofrecernos transporte para ir a Rivas, la localidad más cercana de cierta importancia.



Finalmente arreglamos un precio bastante bueno con un tipo de allí que no pesaba menos de una tonelada pero que estaba delgado en comparación con su señora que también nos acompañó en el viaje. En lugar de ir a Rivas fuimos hasta San Jorge, un pueblito a escasos 10 kms de la primera desde donde se tomaban los ferris a la isla de Ometepe que era el primer sitio que teníamos marado en nuestro mapa de cosas que queríamos visitar en Nicaragua.

Hicimos noche en San Juan. Una localidad muy pequeña donde se respiraba una tranquilidad muy agradable y donde empezamos a percibir la amabilidad y calidez que ya nunca dejamos de sentir hacia nuestras personas por parte de cuanto Nicaraguense nos fuimos encontrando a nuestro paso. Del pueblo nada en absoluto que reseñar. Una iglesia, una pequeña plaza y un parquecito que fue lo que más nos gustó pues en la clara noche que disfrutamos después de todo un día de lluvía lucia la mar de coqueto:



No obstante tampoco empleamos mucho tiempo en disfrutarlo pues al día siguiente tomabamos el primer ferry de la mañana y el viaje había sido extenuante, por lo que nos fuimos a dormir bastante temprano.

Tras un sueño reparador (aunque como siempre escaso) ya estabamos en el muelle dispuestos a surcar las aguas del lago Nicaragua con destino a la isla de Ometepe.



Pese a que el cielo estaba absolutamente nublado y la lluvia era inminente, el trayecto hasta la isla fue hermosísimo, y ya desde la distancia empezamos a constatar que los que nos habían exaltado la belleza del lugar no estaban exagerando ni un ápice:





Trás poco más de una hora de navegación ya habíamos desembarcado en la isla en una población conocida como Moyogalpa, la principal de Ometepe, desde la que pusimos rumbo a un lugar conocido como Altagracia donde fijamos nuestra base de operaciones en un hotelito muy bonito.



La singularidad y belleza de Ometepe reside en que está formada practicamente en su totalidad por los conos de dos volcanes (el Concepción y el Maderas) que se elevan por encima de las aguas del lago Nicaragua y que como podeís ver en el dibujito de más arriba están unidos por una pequeña franja de tierra, lo que hace que estés donde estés siempre vas a tener la posibilidad de contemplar al menos uno de dichos volcanes.



Además como es lógico al tratarse de una isla, las aguas del lago Nicaragua rodean toda la isla, así que lo primero que hicimos fue irnos a disfrutar de las mismas a una playita natural cercana a Altagracia, donde nos dimos un bañito con el volcán Maderas vigilando a nuestras espaldas todos nuestros movimientos:





Tras disfrutar de un delicioso almuerzo en un restaurantito muy humilde pero con unas vistas al lago increibles, pasamos toda la tarde en la playa que estaba prácticamente desierta:



Y allí fue donde tuvimos la suerte de ver por primera vez un tipo de árbol que a partir de aquí iba a ser parte habitual del paisaje en nuestra travesía por toda centroamérica hasta la mísmisima Cuba. Pese a que en cada pais se le conoce por un nombre diferente, para nosotros será siempre el "Malinche" pues así es como se conoce en Nicaragua a este hermosísimo arbol que da unas hojas rojas como la sangre y que crece de una forma tan espectacular como esta:



Tanto nos gustó que pasamos un buen rato haciendole fotos, de las cuales os dejamos aquí un par de ejemplos:





Tras pasar casi toda la tarde en la playita, volvimos a Altagracia donde nos fuimos a dormir bastante temprano (eso si, después de disfrutar de una buena cena) pues al día siguiente teníamos que levantarnos bastante temprano para realizar la ascensión al volcán Maderas (nos decidimos por este pq pese a ser el más bajo de los dos estaba totalemente inactivo lo que nos permitia escalarlo hasta su cima al contrario que el Concepción que por presentar actividad sólo se podía subir hasta la mitad).

No se a que hora exactamente nos levantamos al día siguiente, lo que si que recuerdo es que una hermosísima luna llena reinaba en el cielo sin que ni un tímido rayo de sol la molestase en su empeño por mostrarnos una increible vista de los dos volcanes de la isla iluminados únicamente por su luz plateada.

Cuando llegamos al lugar donde se iniciaba la ascensión al Maderas ya había amanecido y la verdad es que podíamos haber dormido un poco más pues nos enteramos allí mismo que debido a la muerte de dos turistas (uno yanqui y el otro australiano si no recuerdo mal) no hacía demasiado tiempo, la subida por libre estaba prohibida y era necesario contratar los servicios de un guía para realizarla; guía que por otra parte no lleagaría hasta una hora y pico más tarde.

Matamos el tiempo disfrutando del paisaje y haciendo fotos a todo lo que nos llamaba la atención:



Así que casi sin darnos cuenta se nos pasó el tiempo y una vez nos pusimos de acuerdo con el guía sobre el precio, ya estabamos subiendo por las faldas del volcán, donde lo primero que nos encontramos fue una enorme cantidad de monos enmascarados que parecía que venían a darnos los buenos días a tan temprana hora de la mañana:



Y de ahí nada más que subir y subir por las cada vez más escarpadas pendientes del volcán, atravesando de tanto en tanto cultivos de mango o cacao, pues las fertiles tierras de las laderas del volcán hacían que su producción agricola fuese importantísima según nos comentó nuestro guía.

La vegetación era espesísima así que fue una sorpresa enorme, cuando nos encontramos con un claro en el camino conocido como el mirador desde el que se tenía una vista del otro volcán de la isla que literalmente quitaba el aliento:





El de la foto de abajo que acompaña sonriente a Vivu es, como podeís imaginar, nuestro intrepido guía y a la vista de la misma, puede que lo de la falta de aliento no fuese sólo por la vista, sino que la verdad es que echando la vista atrás recuerdo que subimos el volcán a una velocidad de vértigo sin apenas hacer parada alguna.

Aunque lo más curioso de la aventura estaba aún por llegar. Resulta que como el volcán ya no estaba activo, en su boca se había formado un hermoso lago natural a las orillas del cual disfrutamos de un merecido almuerzo consistente en sandwiches de atún regados con una deliciosa botellita de agua mieneral que pese a que pueda parecer bastante simple, a nosotros tras la paliza de la subida nos supo mejor que el caviar iraní (si es que eso sabe bien).





Hubo algún valiente que incluso se atrevió bañarse. De hecho la mitad de la expedición (sin contar el guía) lo hizo. La otra mitad usó excusas tan débiles como que no se había llevado bikini y pamplinas por el estilo =P:



Eso si, como contrapartida, la susodicha mitad "no acuatica" estuvo muy activa subiendose por los árboles para explorar que se podía ver más allá de la espesa vegetación que nos rodeaba:



Y poco más que contar de la aventura en el volcán aparte de que aunque resulte dificil de creer la bajada sobre todo al que escribe estas líneas le resultó incluso peor que la subida, pues a las prisas por llegar antes de una determinada hora abajo para coger el autobús que había de devolvernos a Altagracia se unió el hecho de que todo el camino era un resbaladosísimo barrizal por lo que acabé más de una (y de dos veces) con el culo lleno de barro como consecuencia de caídas.

Justo antes de tomar el autobús ocurrió un triste suceso (aunque nosotros no nos dimos cuenta hasta el día siguiente cuando ya íbamos en el ferry camino de vuelta a San Juan. Resulta que un "pequeño" despiste hizo que Vivu se olvidara su cámara en algún punto entre la siguiente foto (tomada a 50 metros de donde cogíamos el autobús) ...



... y la habitación del hotel en el que nos alojábamos que a la mañana siguiente todavía sin reparar en la falta de la cámara tan exhaustivamente revisamos. Con esta ya eran 3 las cámaras que por uno u otro motivo (robo, avería y ahora pérdida pura y dura) habían ido quedando por el camino. En principio pensamos en comprar otra pero como os podeís imaginar Nicaragua no es precisamente el lugar donde llega la tecnología más puntera y más barata así con el paso del tiempo y a la vista de que nuestra producción fotográfica no disminuía por el hecho de tener sólo una cámara, decidimos que ibamos a seguir sólo con mi Canon hasta el final del viaje.

El resto de la tarde la pasamos recuperandonos de la paliza del día sin hacer nada especial aparte de maravillarnos con la sencillez y la belleza de las gentes y los paísajes de la isla:



Al día siguiente volvimos a tomar el primer ferry de la mañana pero esta vez en sentido inverso pues nuestra intención era atravesar la mitad de Nicaragua para (cuanto menos) dormir en la ciudad de Granada, previo paso por la capital Managua en la que no teníamos intención alguna de parar a conocer: