Tras la visita a la soberbia Tikal, esa noche volvimos a El Remate y aprovechamos para dormir un montón de horas. Aprovechamos para disfrutar de un merecido descanso y no nos levantamos hasta casi el mediodía siguiente:
Ya despiertos, pudimos disfrutar una vez más de la magnífica vista que desde nuestra habitación teníamos del lago Petén Itza:
Y como teníamos unas horas hasta que pasara el autobús que nos había de llevar a la ciudad de Flores, aprovechamos para recorrer el lago cerca del hotel y disfrutar de su espectacularidad y de su calma:
Casi sin darnos cuenta, las horas fueron pasando y de repente nos sorprendimos a nosotros mismos esperando una vez más el transporte que nos llevaría a nuestro próximo destino ...
... y comos si el hecho de dejar atrás la fascinante Tikal no tuviera la más mínima importancia, una vez llegó el autobús subimos despreocupados al mismo sin darnos cuenta de que estabamos dejando atrás uno de los lugares más singulares que se pueden visitar en toda la faz de la tierra:
Pero como el viaje tenía que seguir, una vez llegamos a la bulliciosa isla de Flores casi como autómatas nos pusimos manos a la obra para conseguir un alojamiento. Una vez instalados salimos a cenar y a pasear un poco por la ciudad.
Antes habíamos arreglado con los encargados del hospedaje en el que parábamos que a la mañana siguiente muy temprano partíamos hacia la frontera mejicana por lo que pese a que Flores era un lugar muy turístico y con muchas posibilidades para salir por la noche enseguida después de la cena nos fuimos a acostar para descansar un poco antes de ir al encuentro del siguiente país.
Al alba sono el despertador y nos pusimos nuevamente en marcha. El día todavía no había terminado de despuntar cuando llegó el transporte que había de llevarnos hasta el borde guatemalteco con méjico:
Tras varias horas pasando un calor infernal en la camioneta que nos transportaba junto a un puñado de guiris llegamos a la frontera con Méjico, donde para continuar viaje teníamos que cruzar el río Usumacinta que separaba ambos países en la conocida como Frontera Corozal.
En la frontera, al menos del lado guatemalteco había mucha vida y la gente hacía sus labores diarias en el río o simplemente disfrutaba de un baño en sus tranquilas aguas:
Rápidamente hicimos el cambio y en cuestión de pocos minutos ya estabamos cruzando el río a lomos de una de las decenas de barcazas que esperaban en la orilla preparadas a tal efecto:
Tras un coto viaje de unos 10 minutos empezamos a aproximarnos a la orilla mejicana para desembarcar. A este lado de la orilla nada nos hacía pensar que habíamos cambiado de país; barcazas por todos lados y gente dedicada a sus negocios:
Rápidamente hicimos los trámites en la aduana, donde nos dieron un papelote para pagar el equivalente a veintitantos dolares en concepto de tasas en cualquier banco mejicano (Méjico nos recibía con una pequeña puñalada ...) y de vuelta a la camioneta que había de llevarnos a nuestro próximo destino: Palenque.
Pero este ya era otro país y eso por supuesto merece otra entrada. Muy excitados por el cambio de aires y surcando las carreteras de Chiapas a una velocidad a todas luces excesivas con nuestra vida en las manos de otro loco conductor ibamos felices hacia nuestra próxima aventura:
2 comentarios:
¡¡¡¡Qué lindo!!!! Yo llegué hasta Antigua, asi que agendo para la próxima vez!!! Y sigo mirando hacia abajo en retrospectiva este viaje Latinoamericaneando...
Grandes paisajes los que visitaste. No sabía que había que pagar por cruzar la frontera en México. Vaya tela.
El mundo no debería tener fronteras.
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