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miércoles, 19 de septiembre de 2007

León, hogar de Rubén Darío

(...) de la América ingenua que tiene sangre indígena,
que aún reza a Jesucristo y aún habla en español.

Con las palabras de más arriba definía Rubén Darío, el príncipe de las letras castellanas, en su hermosísimo poema "A Roosevelt" esa maravillosa América latina que a estas alturas de viaje ya hacía tiempo que habíamos aprendido a amar profundamente y que contraponía a esa otra América repleta de:

(...) hombres de ojos sajones y alma bárbara.

Darío, pese a que nació en Matagalpa vivió durante toda su infancia en León, ciudad a la que ahora nos dirigíamos, después de haber vivido una auténtica odisea para salir de Granada pues como ya os relatabamos en el post anterior, las empresas de autobuses estaban en huelga y era practicamente imposible abandonar la ciudad.

Al final después de dar muchas vueltas y preguntar a muchos paisanos nos enteramos que había una compañía de transportes que estaba haciendo el viaje en esas furgonetas tan típicas de estos lares acondicionadas para el transporte de pasajeros así que raudos y veloces tomamos un taxi y nos plantamos en el lugar de donde partían las mismas. Accedieron a llevarnos por un precio que nos parecio un poco timo (ahora haciendo el cambio a euros se recuerda casi ridículo) pero haciendo bueno el dicho aquel de más vale pájaro en mano que ciento volando, pusimos rumbo a Managua, paso intermedio y obligatorio para llegar a la ciudad de León.



Managua la conocimos desde el interior de la furgoneta pues lo único que hicimos en la misma fue cambiar de transporte. Allí tomamos otra furgoneta que muy mala leche hubíese tenido el de arriba si no hubiesemos llegado a nuestro destino, pues el dueño tenía el salpicadero tan lleno de figuritas que aquello parecía un Belén.



El caso es que con o sin ayuda divina el camino hasta León transcurrió sin mayor sobresalto. Una vez alojados en un hostal cuya entrada era preciosa pero cuyas habitaciones daban pena nos fuimos a recorrer la ciudad y a la primera nos dimos cuenta de que estos leoneses sabían perfectamente de lo que hablaban (aunque lo hicieran con faltas de ortografía):



En un periquete nos plantamos en la plaza principal de León donde se encontraba situada la Catedral de la Asunción con sus leones vigilando sus entradas y un aspecto de cierta decadencia que por otro lado le otorgaban una innegable presencia.





Como la Catedral a esas horas estaba cerrada decidimos ir a la oficina de Turismo a informarnos sobre que se podía ver en la ciudad y sus alrededores:



De la ciudad nos recomendaron varios lugares y de los alrededores nos dijeron que lo más interesante era ir a escalar alguno de los varios volcanes que la rodeaban, aunque como ya habíamos visto volcanes en Costa Rica y la propia Nicaragua y teníamos pensado hacer lo propio en Guatemala, decidimos que ibamos a gastar el día en recorrer la ciudad y que directamente partiríamos a la mañana siguiente buscando la frontera de Honduras.

Justo enfrente de la oficina de Turismo se encontraba situado el Mausoleo de los Heroes y Martires levantado en honor a los revolucinarios sandinistas y con un lugar reservado, como no podía ser de otra forma a la memoria del propio Sandino.







De ahí nos fuimos a visitar la Iglesia del Calvario, pintada con unos colores muy bonitos y donde nos sentamos a descansar un poco pues el viaje desde Managua y los paseos por León estaban empezando a hacer mella.





Cuando recuperamos un poco el aliento decidimos que era hora de ir a comer algo y como Vivu tenía antojo de pizza nos fuimos a buscar una. En el camino paseamos por las hermosas calles de la ciudad en la que más que en ninguna otra del pais era fácil ver pintadas de tinte político:



Al final conseguimos localizar una pizzeria pero el tipo que estaba allí encargado nos intentó timar un par de córdobas con unas coca-colas que pedimos mientras decidíamos si comer allí o no así que decidimos probar suerte en otro lado. Finalmente encontramos otra y pedimos una enorme pizza para llevar que nos fuimos a comer al parque Jerez, el mismo en el que se encontraba situada la Catedral.





Ya con la panza llena se ven las cosas de otra forma, así que como además resultaba que habían abierto las puertas de la Catedral no encontramos mejor momento para entrar a visitarla.



Y como además se nos brindaba la posibilidad no pudimos resistirnos a practicar uno de nuestros deportes preferidos como es el de subir a los techos de los templos a ver las ciudades desde las alturas:



Desde allí arriba disfrutamos de una magnífica vista del Mausoleo de los Heroes y Martires ...



... del parque Jerez:



y en general de toda la ciudad que desde aquella localización se nos mostraba en todo su esplendor:











Ya de vuelta al nivel del suelo decidimos ir a visitar los dos museos que nos parecieron a priori más interesantes de los muchos que nos recomendaron en la oficina de turismo: uno dedicado a la revolución sandinista del que no pudimos tomar ninguna foto, y el otro dedicado a la figura de Rubén Darío situado en la casa donde el ilustre poeta, considerado por muchos el responsable de que el idioma español evolucionara a la forma moderna que utilizamos hoy en día, paso su infancia y juventud:





Después de esta visita poco más, estuvimos recorriendo un rato las concurridas calles de la ciudad parandonos en cada rincón que nos llamaba la atención ...



... y después de perder algo de tiempo en un ciber (lo de perder es literal pues la velocidad de conexión era maligna) nos fuimos pronto a acostar pues a la mañana siguiente bien temprano como ya os comentabamos antes teníamos la intención de llegar a un nuevo pais: Honduras.

PD:

Nos vamos a permitir el lujo de dedicarle esta entrada a un leonés de pro, pero este de la España castellana, que a estas alturas de la película anda por tierras germanas buscandose la vida y con el que tuvimos la suerte de compartir unos meses inolvidables en la cada vez más lejana en la memoria Dublín.



¡¡¡¡Va por ti Manu!!!!


1 comentario:

Anónimo dijo...

la catedral tenía un encanto único, qué pena que yo no pudiera entrar. me quedo con la espina de no haberme comprado una camiseta chulísima en la que ponía: ¡viva león, jodido! sobre la cara difuminada del animalito. os recuerdo el grito de guerra de los seguidores del equipo de beisbol:
"león puede ser abatido,
pero nunca vencido,
viva león, JODIDO"
juanma