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viernes, 16 de febrero de 2007

Potosí

Así que por la mañana temprano nos dirigimos totalmente mentalizados para afrontar las hordas de gallinas, cabras, paísanos malolientes y demás amenazas sobre las que un montón de gente nos había advertido que nos ibamos a encontrar en los autobuses bolivianos.

Y de todo eso nada de nada. Pero ni en este viaje ni en ninguno de los otros que hemos hecho con posterioridad. De hecho los autobuses, al menos en los que hemos montado nosotros, son bastante modernos y están todos muy limpios. Lo único que se sale un poco de lo que es tomar un autobús en España o Argentina, es que antes de iniciar el viaje se suben un montón de personas al mismo que venden todo tipo de alimentos, juguete y hasta libros (algunos de ellos, sobre todo los de los libros dan verdaderas conferencias utilizando una verborrea considerable y explicando pq deberíamos comprarles las fuentes del saber que ellos ofertan), y por otro lado que cada vez que hay un control policial (y hay bastantes) a los costados del autobús aparece una legión de personas que vendiendo vituallas y bebidas en bolsas que los viajeros compran allí mismo sin necesidad ninguna de bajarse del vehículo.

Eso si, las carreteras la verdad es que son bastante lamentables algunas veces y por poner un ejemplo, en cubrir los 220 kms de Uyuni a Potosí empleamos unas 6 horas, ya que todo el trayecto transitaba por una pista de tierra (o de ripio que dirían los argentinos) en bastante mal estado (tan malo, que de hecho los únicos vehículos que nos cruzamos eran otros autobuses o camiones de mercancias, que junto a alguna que otra 4x4 parecen los únicos en condiciones de enfrentarse al tortuoso camino).

No obstante los paísajes por los que se transitan son espectaculares por lo que los inconvenientes del viaje parecen diluirse ante el maravilloso espectáculo visual que supone atravesar cualquier parte del país andino:








Potosí es una ciudad cuya principal actividad es la minería. En tiempos de la colonización española fue una de las ciudades más importantes del imperio y la mayoría de la plata que se envío desde América procedía de allí (de ahí la expresión "vale un Potosí" que seguro que todos habeís oido alguna vez).

Toda la actividad minera se realiza en una montaña que domina la ciudad que se conoce como Cerro Rico. La leyenda dice que en tiempo de los españoles había tanta plata en el cerro que se hubíese podido construir un puente de dicho mineral desde Potosí hasta Madrid. También se dice que era tal la cantidad de plata que bastaba con acercar una antorcha a las paredes del cerro para ver como esta se fundía.

Todo esto convirtió a Potosí en la ciudad más grande de América Latina y una de las más grandes del mundo con más de 150.000 habitantes en el siglo XVII.

Actualmente en lo único que esta a la cabeza del mundo es en su altura, pues situada a 4000 metros sobre el nivel del mar es la ciudad (de un tamaño considerable) más alta del mundo.

Lamentablemente la plata hace tiempo que dejo de ser predominante en el cerro rico por lo que ahora los mineros se tienen que dedicar a buscar otro minerales de menor valor como el cobre o el zinc.

Eso si, la ciudad todavía conserva todo su encanto colonial y es muy recomendable visitarla si se tiene la oportunidad pues pasear por sus escarpadas calles (toda ella es una cuesta interminable) es una experiencia magnífica.









Y como lo principal que hay aquí son las minas, pues nos tuvimos que inscribir en un tour para ir a visitarlas. Todas las gestiones para hacer dicho tour quedaron en manos de Vivu, ya que como a los europeos y yankis les cobran el doble, yo me quedé tranquilamente enredando en internet mientras ella se recorría toda la ciudad preguntando precios y condiciones.

Al final nos salió por 40 bolivianos por barba (4 euros) por lo que a la mañana siguiente de haber llegado, bien tempranito estabamos a la puerta de la agencia elegida, donde junto a un grupo bastante numerosos de personas y tras subir en camioneta hasta las minas situadas a más de 4500 metros de altitud, nos pertrechamos para la ocasión con todo el equipo necesario (prohibido reirse):

En esas bolsas verdes que teníamos en las manos llevabamos hojas de coca y tabaco para regalarles a los mineros, que habíamos adquirido en un mercado que hay a las puertas de las minas y donde, no os lo perdais, es el único mercado del mundo donde se puede comprar dinamita libremente.

Ya antes de entrar a las minas, la experiencia es increible y muy triste en algunas ocasiones pues ves a un montón de niños merodeando por allí y algunos de ellos incluso trabajando.

La vista panóramica de la ciudad y de las propias minas desde lo alto del Cerro Rico, tb es algo que merece la pena observar y que en el siguiente video intentamos trasladaros:



Sin más contemplaciones nos adentramos junto al resto del grupo en las entrañas de la montañas ...



... donde tuvimos la oportunidad de ver como trabajaban los mineros y fotografiarnos junto a ellos:

Además también conocimos a "el Tío", también conocido entre los cristianos como el diablo. Había cientos de imágenes del tío repartido a lo largo de todo el Cerro Rico (donde trabajaban unas 15000 personas) y los mineros le tenían una mezcla de veneración, respeto y miedo, aunque mayormente lo consideraban un amigo, ya que como en tiempo de la colonización, el diablo era un enemigo de los españoles, para ellos era un aliado.

Ese de arriba es el famoso tío que como podeís comprobar estaba bastante bien dotado. Al tío iban los mineros y le hacían ofrendas consistentes en hojas de coca, dinero, tabaco y alcohol puro. Para ofrendarles este último lo que hacían era verter el alcohol de 96 grados (llamado por ellos "quemapechos") en sus manos boca y sobre todo pene y luego se atizaban uno buenos lingotazos a palo seco.

Un par de argentinos y un español del Pais Vasco les emularon y sin pestañear se tomaron uno chupitos de alcohol 96 allí mismo. No se como les quedaría la garganta pero no creo que mucho mejor de lo que ya tenían la cabeza.

Y así seguimos nuestra visita por entre las galerias de la mina, descendiendo cada vez más y encontrándonos con sorpresas como que el escudo de España casi 500 años después todavía estaba presente:


Y bajando bajando, llegamos hasta una de las galerías que databa del 1500 algo y donde los mineros estaban bebiendo y celebrando (ya que para ellos el día que bajamos a la mina era un día de fiesta)



Felices por salir a la superficie (pq el ambiente dentro de la mina muchas veces era claustrofóbico y asfixiante por el polvo que te tragabas), Vivu tuvo la ocasión de hacerese una foto con una pallari, que era como se conocía a las mujeres mineras, que si bien tenían prohibido el acceso a la mina (pq según nos contaron como la mina era mujer, ninguna mujer podía trabajarla) hacían un durísimo trabajo fuera de ella separando el mineral que sus maridos o compañeros traían de la panza del Cerro Rico.

Al día siguiente, antes de marchar para Sucre, tuvimos más tiempo para conocer la ciudad, y como no para visitar la Casa de la moneda, sin lugar a dudas una de las mayores atracciones turísticas de Potosí.

La Casa de la moneda es un edificio que data de la época de la colonización y que sin lugar a dudas fue uno de los más importantes de todo el imperio español, ya que hubo una época en que la práctica totalidad de las monedas que circulaban en los dominios españoles procedía de este magnífico edificio boliviano aprovechando las inconmensurables riquezas que se extraían del Cerro Rico.

A la entrada del edificio, en el patio principal se encuentra la cara sonriente que podeis ver en la foto de abajo que según nuestra guía lo que hace es burlarse de los españoles que tuvieron que marcharse tras el advenimiento de la República en Bolivia en 1825.

Durante muchos años más, se siguieron acuñando monedas aquí aunque sorprendentemente ahora, todas las monedas y billetes que circulan en Bolivia son emitidos desde una fábrica en Francia. Muy triste para un centro que durante siglos fue el más importante emisor de monedas del mundo.

La casa de la moneda cuenta con más de un centenar de salas, aunque en la actualidad solo se pueden visitar una treintena que son las habilitadas como museo y siempre hay que hacerlo en una visita guiada pues no se permite la libre estancia en sus salas.

No obstante la visita es una experiencia muy agradable y los guias son muy buenos, siempre contando mil y una anecdotas relacionadas con el edificio, donde se pueden ver las máquinas originales que movidas por mulas servían para fabricar las monedas en el pasado.

Además si quieres, a golpe de martillo te puedes acuñar tu propia moneda de plata con el escudo de España en una de las caras, aunque nosotros no nos animamos pq nos pareció bastante caro (200 bolivianos, unos 20 euros)

Tras visitar la casa de la moneda seguimos recorriendo la ciudad, donde la mitad de los edificios antiguos están siendo restaurados, y en todos ellos la colaboración española con fondos parece ser bastante importante, hasta tal punto que no es díficil encontrarse la bandera rojigualda junto a la boliviana en algunos edificios, como esta que se encontraba situada en el interior de una iglesia en pleno proceso de remodelación:

jueves, 15 de febrero de 2007

Uyuni, la puerta del salar

Todavía como parte de la excursión de 4 días al Salar, nos dirigimos hacía la ciudad de Uyuni donde ibamos a ver un cementerio de trenes que hacía ya muchos años habían dejado de funcionar.

Desde la lejanía la impresión que nos dió Uyuni era que se trataba de un pueblucho polvoriento en medio de la nada y cuyo único atractivo era que servía de lanazadera para ir a visitar el Salar, aunque a la postre, paseando por sus calles, la verdad es que la ciudad nos pareció bastante coqueta por su limpieza y las buenas infraestructuras que poseía y la tarde que pasamos en ella fue muy agradable.

Eso si, en muchas de sus calles, las fachadas de los edificios reflejaban la intensa actividad política que vive actualmente el país bajo el mandanto de Evo Morales con pintandas alusivas a las nacionalizaciones de sectores estratégicos y en las que se podía observar la ideología política que actualmente impera en el país y que ha elevado la tensión en el mismo a cotas altísimas llegando incluso a haber rumores de la posibilidad de una guerra civil (lo que por cierto, viendo la tranquilidad que se respira en las distintas ciudades bolivianas parece, al menos para nosotros, una probabilidad harto improbable).

Y la verdad es que Uyuni no dió mucho más de si. Disfrutamos de una tarde muy tranquila y nos fuimos a dormir prontito pq a la mañana siguiente nos teníamos que enfrentar con la experiencia de tomar un autobús (lo cual, según la gente con la que habíamos hablado era algo terriblemente agotador) para ir hacia Potosí.

Eso si, antes de marcharnos tuvimos la oportunidad de fotografiar a una típica chola boliviana de las que tanto abundan por estos pagos (y a las que a veces tan difícil resulta tomar una imagen, pues no gustan precisamente de ser fotografiadas):

viernes, 9 de febrero de 2007

Salar de Uyuni, el salar más grande (y hermoso) del mundo.


Tras muchas deliberaciones, decidimos hacer la excursión al salar de Uyuni partiendo desde la ciudad de Tupiza, en un tour de 4 días que costaba la nada despreciable cantidad de 100 dolares por persona (unos 800 bolivianos, que es más de lo que gana mucha gente al mes por aquí, así que os podeis imaginar a quien van dirigido este tipo de tours).

El caso es que en la agencia (que era la misma del hostal en el que estabamos parando) nos intentaron timar un poco, ya que por la noche nos dijeron que no había ningún problema para partir a la mañana siguiente junto a otras 4 personas, y por la mañana nos dijeron que dos de las personas no habían podido llegar y que nos ofrecían hacer el tour a 120 dolares (normalmente 4 personas son 130). Nosotros por supuesto les dijimos que en esas condiciones no aceptabamos y que nos devolvieran el dinero que nos ibamos directamente a Uyuni a contratarlo (allí se puede hacer por unos 70 dolares), así que después de unos minutos volvieron a decirnos que si, que no había ningún problema y que lo hacíamos a 100 dolares con la condición de que no le comentaramos nada a los del resto de la expedición.

Cuando fuimos a cargar nuestras mochilas en la Toyota Land Cruiser en la que ibamos a hacer los más de 1000 kms (los últimos 150 rodeados de sal) de que constaba el recorrido nos encontramos con la sorpresa de que nuestros compañeros de viaje iban a ser una pareja de bolivianos (eso si asentados en Bs As) de unos 55 años, él potosino de nombre Efraín y ella orureña llamada Ilda, así que por un lado nos alegramos un montón por hacer la excursión con oriundos del país y por otro lamentamos un poco nuestra mala suerte pues confiabamos en practicar un poco de inglés con los típicos yankis que suelen abundar por este tipo de tours.



Cuando parecía que estaba todo listo para partir, nos dijeron que al final habían encontrado a otra persona para que se nos uniera en el viaje, así que esperamos durante más de una hora a que apareciera el indiscutiblemente inglés Jeffrey, que para nuestra desgracia tenía bastante buen español y muchas ganas de practicarlo (el ultimo día y medio se cansó un poco y nos dió algo de bolilla en inglés)
De la partida también fueron Javier, que haría las veces de conductor y de guía (y que salvo un pequeño roce que tuvimos con él el ultimo día tengo que decir que cumplió su labor excelentemente) y Celia, la cocinera a la que sólo podemos estar agradecidos pues sus comidas siempre estuvieron a la altura de la excelencia de la aventura que estabamos llevando a cabo.

1er día

Ya metidos en harina totalmente, cuando llevabamos pocos kms de viaje hicimos la primera parada para disfrutar del impresionante paísaje de lo que se conoce como El Sillar:


Y así tras disfrutar de unas exquisitas humitas (maíz que recubre una pelota de carce de llama) preparadas por Celia y extasiados por la belleza del altiplano boliviano fuimos recorriendo kms y parando en lugares tan magníficos como el pueblo de Cerrillos o el de Polulos y observando desde la camioneta la espectacularidad de la situación del pueblo conocido como Río San Pablo situado a los pies de un hermoso cerro.


Iglesia de Cerrillos


Río San Pablo.

Y así siempre rodeados de montañas y sin parar de subir llegamos hasta San Antonio de Lipez, un pueblos situado a 4200 metros de altura en el que ibamos a pasar la noche.

Lamentablemente a Jeffrey le afectó bastante jodido la altura y se fue a dormir sin probar un sólo bocado de la deliciosa cena que Celia nos preparó aquella noche.

Agotados por estar más de 10 horas en la camioneta nos fuimos a dormir temprano pues a eso de las 5 de la mañana habríamos de ponernos en pie para continuar nuestro camino.

2do día

La amenaza se cumplió y a eso de las 5:45, ya desayunados y aseados nos pusimos rumbo a nuestra primera parada de esta segunda jornada, el pueblo fantasma de San Antonio de Lipez (el antiguo enclave del pueblo en el que habíamos dormido, totalmente abandonado por sus moradores pues el frío que tenían que soportar (-25 grados en las noches de invierno) hacían insoportable el poder vivir allí.

Y de ahí nos dirigimos hacia una de las cotas más altas que ibamos a alcanzar en todo el trayecto (llegamos a estar a más de 5000 mts snm): La hermosa Laguna Morejón (a 4855 mts snm) desde la que además se podía observar el majestuoso volcán Uturuncu ( de más de 6000 mts de altura).


Ya dentro de la reserva natural Eduardo Avaroa, tuvimos la ocasión de fotografiar de cerca a un grupo de llamas (vimos miles de ellas durante todo el camino), adornadas con motivo del cercano carnaval con pendientes de colores.


Y sin más dilación partimos para visitar la Laguna Hedionda, denominada así pq el alto contenido de azufre de sus aguas desprendía una peste horrible, particular este que no parecía importar a los cientos de flamencos que moraban en sus aguas:



Antes de darnos cuenta ya habíamos recorrido la distancia que nos separaba del salar de Chalbiri donde la concentración de Borax (usado como fertilizante y para la fabricación de vidrios) era tan grande que a sus orillas había explotaciones que se encargaban de cosecharlo para exportarlo al vecino Chile.



Lo que visitamos después era exactamente lo que necesitabamos tras tan agotadora jornada, unas aguas termales (no se a que temperatura pero muy calientes) en medio de la nada provenientes de un volcán cercano del que lo sentimos mucho pero no recordamos el nombre:


Tras el almuerzo (delicioso como siempre) nos pusimos rumbo al desierto de Dalí (llamado así pq al parecer recordaba mucho a los cuadros del célebre pintor español) y después a la denominada Laguna Verde, tras cuyas aguas de color esmeralda se podía distinguir el volcán Lincancabor (de 5916 mts de altura).



Como colofón de esta agotadora segunda jornada visitamos unos Geisers que desprendían unos gases de azufre de holor espantoso (como a huevo podrido) pero que no por ello dejaban de ser espectaculares:



Y finalmente tras otras 10 horas largas de aventura llegamos al alojamiento que estaba situado en medio de la nada y en el que lo más reseñable es que conocimos al "loco" brasileño, un chaval de unos 18 años que contagiaba de alegría a todo aquel que le rodeaba, siempre con una sonrisa en los labios y que no paraba de hablar pese a que no hablaba una palabra de español (eso si lo entendia todo y se hacía entender en su divertido portugués).
3er día
Nos levantamos un poco más tarde que el día anterior y tras desayunar nos pusimos rumbo a la laguna colorada, donde unas algas daban a sus aguas un magnífico color vino.



Luego fuimos a un lugar donde la naturaleza había querido unas extrañas formaciones rocosas, la más peculiar de las cuales era la conocida como el "arbol de piedra" en frente del cual por supuesto nos hicimos una foto:


Para posteriormente marchar hacia la Laguna Honda en la que pudimos filmar a cientos de flamencos que (asustados por el que escribe, para que vamos a negarlo) se lanzaban a volar todos a la vez:



En la Laguna Charcota tuvimos la suerte de divisar una manada de vicuñas a una distancia bastante cercana (lo cual es bastante difícil, pq si no son domésticas son bastante asustadizas):



Y de ahí marchamos a almorzar al mirador del volcán Ollagüe donde recuperamos fuerzas para lo que nos quedaba de jornada, que no era poco.


Con muchas más energías y las mismas ganas de seguir conociendo cosas arribamos al Salar de Chiguana, atravesado por las vías del tren que van desde Uyuni hasta Chile (al otro lado de las montañas que se ven a mis espaldas en la foto se encontraba ya el país vecino).


Tras visitar el pueblo de San Juan, por fin entramos de lleno en el Salar de Uyuni y nos dirigimos hacia la población de Atulcha en la que ibamos a dormir en un hotel en cuyo interior todo estaba construido de sal (desde las paredes, hasta las camas, las sillas, mesas ...) excepto las duchas, ya que como todo el mundo sabe el agua es el principal enemigo de nuestra querida amiga blanca.
En realidad, en el precio de la excursión no estaba incluida la estancia en este hotel, pero Ilda insitió tanto en que tenía una grab ilusión por dormir allí que no pudimos negarnos, y tenemos que decir, que los 7 dolares extra que nos costó pasar la noche allí, merecieron la pena pues la experiencia fue fantástica.



Esa noche nos fuimos a dormir muy temprano, ya que Javier, el guía, nos había dicho que nos ibamos a tener que levantar a eso de las 4:30 de la mañana para poder ir a observar todo el proceso del amanecer en pleno salar que al parecer era una experiencia única.

4to día

Cuando nos desperto Javier nos dió la desagradable noticia de que se había quedado dormido y de que eran casi las 6 de la mañana ... la claridad ya era bastante considerable, pero aún así no había amanecido aún, así que a toda prisa nos metimos en la camioneta y nos pusimos rumbo al salar. Lamentablemente llegamos cuando el sol ya había empezado a asomar por el horizonte, aunque aún así pudimos hacer algunas fotos bastante bonitas.




Tras todo esto Vivu se quedó bastante disgustada pq la verdad es que llevaba todo el tiempo diciendo las ganas que tenía de ver el amanecer en el salar (de hecho esa fue la principal razón para contratar el tour desde Tupiza, ya que desde Uyuni nos habían dicho que no se observaba la salida del sol) y con dicho disgusto nos fuimos a ver una isla de rocas y cactus que había en medio del mar blanco llamado Incahuasi (casa del Inca en Quechua), desde la que se alcanzaba a divisar el volcán Tunupa, el cual era considerado un díos por las personas que vivían en sus alrededores.


Al bajar de la visita al Incahuasi el desayuno estaba preparado, y mientras cogíamos fuerzas para la agotadora jornada que nos esperaba Vivu le dijo a Javier que estaba muy triste por no haber podido ver el amanecer en el salar ante los que el pollo nos respondió que la culpa era nuestra pq nos habíamos quedado dormidos. Sin salir de nuestra estupedacción ante tamaña caradura, ya que él era el que había quedado encargado de despertarnos, le sugerimos sutilmente que era un incompetente y de forma directa que toda la culpa había sido suya por dormir cuando su responsabilidad era madrugar para que todos estuvieramos en el salar a eso de las 5 de la mañana.

Fueron momentos un poco tensos, pero ante la evidencia tuvo que retroceder y aceptar su error, y para resarcirnos se ofreció a quedarse un día más y traernos de nuevo al día siguiente a lo que nosotros nos negamos.

En su descargo tengo que decir que excepto por este "pequeño" fallo fue un excelente guía, siempre brindándonos toda la información necesaria y sin apurarnos demasiado en las paradas (lo que en este tipo de tours se agradece bastante).

Y de ahí si que nos sumergimos en la inmensidad del salar. Estar allí es como estar en la antartida (esto es sólo una suposición pq aún no he tenido la suerte de visitar el continente helado) pero con sal en lugar de hielo. La especia blanca te rodea durante kms y kms por todos lados y el su reflejo cegador te obliga a no quitarte ni un segundo las gafas de sol para evitar daños en los ojos.

Describir su belleza es, al menos para mi, misión imposible, por lo que espero que el video que hicimos desde dentro de la camioneta y las imagenes que vamos a subir puedan reflejar siquiera una mínima parte la increible experiencia que estar dentro de este oceano blanco:







Aparte de estas magníficas fotos, también grabamos un video en el que Vivu demuestra sus habilidades en la práctica del Poi (o las cariocas), que algún día editaremos para con alguna música que le haga justicia, pero que de momento colgamos sin ella para que todos podais disfrutarlo:


Además también subimos la única foto que tenemos de todos los miembros que tomamos parte de esta inolvidable aventura, que si bien se ve bastante oscura merece sin ninguna duda ocupar un espacio en este humilde blog.


Tras hacer una enorme distancia sin parar de ver sal a nuestro alrededor, llegamos al hotel-museo de sal que hay en el medio del salar. Allí hicimos algunas imágenes más ...


... tuvimos la ocasión de fotografiarnos bajo la efigie del querido Evo Morales ...


... Y además coincidimos con el siempre alegre "loco" brasileño que como no podía ser de otra forma nos quitó el poco mal humor que aún nos quedaba por el desafortunado incidente de la mañana:


Y para finalizar nuestro recorrido por el salar fuimos a la explotación de Colchiani, donde el efecto de las lluvias de semanas pasadas y la recolección de la sal, hacen que parezca que te encuentres a las orillas de una isla paradisíaca del caribe:



Y tras comer algo en Colchiani, salimos del salar y pusimos rumbo al pueblo de Uyuni. En realidad la excursión todavía no había terminado, pues en dicho pueblo ibamos a visitar un curioso cementerio de trenes, pero esto ya lo contaremos en un próximo post, pues el tamaño y el tiempo invertido para elaborar este ya nos parecen casi excesivos.