Llegamos a la ciudad a eso de las 16 de la tarde y nos enteramos que ya no había ningún Ferry para ir a Utila hasta el día siguiente por lo que rápidamente nos pusimos manos a la obra en la busqueda de un lugar donde pasar la noche. Mientras preguntabamos por los distintos hoteles pasamos por la plaza principal del pueblo donde tenían el buen gusto de tener colocada una estatua al mísmisimo Miguel de Cervantes con el que por supuesto cayo foto:
Día que llegó veloz y casi sin darnos cuenta ya estabamos en el puerto subidos en el ferry navegando hacia Utila.
Utila como ya os hemos comentado es el paraíso de los buceadores. Casi la totalidad de la isla se mantiene de dar servicios a los amantes de esta práctica y hay decenas de escuelas de buceo que compiten ferozmente unas con otras para captar clientes, así que bucear en Utila es uno de los sitios más económicos que existen el mundo.
Así que el día que llegamos tras comer algo nos fuimos cada uno por nuestro lado. Ella a bucear y yo a dormir. Después nos juntamos de nuevo para cenar algo y luego Vivu se puso a estudiar (otra de las razones por las que no me apetecía hacer el curso) y yo me puse a hacerle fotos a las chorradas que veía por la habitación y a leer un poco.
Y por fin llegó el día en que yo tb fui a bucear. La verdad es que Vivu me había puesto los dientes largos y tenía bastantes ganas. Además cuando ella contrató el curso el monitor nos dijo que nos iba a prestar una cámara para poder hacer fotos digitales bajo el agua y estabamos bastante emocionados por esa posibilidad.
Aunque la emoción nos duró bastante poco pq el tío nos dijo que no iba a poder ser pq se le había olvidado recargar las pilas la noche antes. Pese a que llevabamos una cámara analógica especial que habíamos comprado en Panamá para la siguiente vez que bucearamos juntos sacarnos unas fotos nos entró un bajón terrible y le metimos una buena bronca al monitor. Hasta tal punto que el tío fue a poner a recargar las pilas mientras nosotros (junto a otros 15 tíos lo menos que ibamos a bucear) comprobabamos y nos poníamos el equipo.
Menos mal que llevabamos la cámara del monitor pq la analógica no duró ni 5 segundos. Nada más sumergirme en el mar la fuerte corriente que había aquel día arranco la cinta deplástico que la unía a mi muñeca y allí se fue a conocer el fondo de las profundidades marinas donde se sumergió para siempre.
Por suerte con lo poco que se habían cargado las pilas fue suficiente para sacar un montón de fotos de nuestra experiencia submarina:
De cualquier forma estabamos felices por las fotos que habíamos sacado así que no nos importó mucho el haber estado un poco menos de tiempo del normal debajo del agua.
Ya en la superficie, antes de la segunda inmersión del día (que cada uno ibamos a hacer ya por nuestra cuenta pues Vivu tenía que hacer cosas de su curso) nos hicimos unas fotillos en la cubierta del barco.
Allí además le comenté mi extrañeza a los monitores que había por allí de que al ecualizar (algo así como sonarse lo mocos pero con la nariz tapada para compensar la presión en los oidos) me salía aire de uno de los oidos. Ellos se mostraron muy extrañados y me aseguraron que no podía ser que tuviera el timpano roto, pq si fuera así se me llenaría de agua y los mareos serían inminentes. Unos meses después ya en tierras mejicanas un medico especializado en buceo definió como milagro de la ciencia el que yo hubiera podido realizar dos inmersiones con el oido en la condición en que la tenía: rotura de la ostia sin haber perdido totalmente el sentido del equilibrio dentro del agua.
Hicimos cada uno nuestra segunda inmersión donde hablando por lo que yo vi, disfruté increiblemente de las barreras de coral del caribe y tuve la suerte de entre otros muchos peces de divisar un tiburón de un tamaño bastante considerable.
Tras esto volvimos a tierra donde yo me fui directamente a buscar a un médico para que me mirara el oido mientras Vivu seguía con su curso que le iba a llevar el resto de la tarde. Lamentablemente era domingo por la tarde y al parecer ese día o te estas muriendo o no hay manera de que te vea un médico privado y el hospital público estaba en la otra punta de la isla a varias horas de trayecto así que tras intentarlo bastante decidí que ya veríamos a ese médico en días sucesivos.
El resto de la tarde Vivu la pasó buceando y yo leyendo y disfrutando de un hermoso atardecer más en el caribe hondureño.